Nabucco es una ópera en cuatro actos con música del compositor Giuseppe Verdi y libreto de Temístocle Solera, basada en el Antiguo Testamento y la obra Nabuchodonosor de Francis Cornue y Anicète Bourgeois. Fue estrenada en La Scala de Milán en 1842.

Verdi consiguió su primer gran éxito con esta ópera de tema religioso y patriótico. El triunfo fue inmediato desde su estreno, en buena parte debido al coro Va pensiero, que adquirió una significación política entre el público italiano, en un tiempo en que parte de Italia estaba dominada por el Imperio Austro-húngaro. Con el tiempo se ha convertido en una de las piezas más conocidas y cantadas de la historia de la ópera.

El argumento de Nabucco gira en torno a la derrota y el posterior exilio de los hebreos de Jerusalén a manos del rey babilonio Nabucodonosor, quien arrasó el Templo de Salomón.

Mientras los babilonios asedian Jerusalén, Fenena -hija del rey babilonio- es tomada rehén por los hebreos, y se enamora de Ismael, sobrino del rey hebreo. Los babilonios consiguen infiltrarse en Jerusalén comandados por Abigaíl, supuesta hija de Nabucco, quien está enamorada de Ismael. A cambio de su amor, ella le promete salvar al pueblo hebreo.

Ficha Artística

Entradas: 30 € / 20 €

 

El 21 de marzo de 2011, después de una efusiva solicitud de un bis del Va, pensiero en el Teatro de la Ópera de Roma, el director Riccardo Muti, se dirigió al público para criticar la situación política que vivía Italia, entonces con Silvio Berlusconi como Primer Ministro, presente en la representación.

Muti, se refirió a los recortes en cultura que había aprobado el gobierno y afirmó que «el arte y la cultura italianos son la mejor seña de identidad del país y si no se les cuida y protege, el resultado final solo puede ser el de acabar con una Italia convertida en patria bella e perduta»

El público ovacionó la intervención, y el director invitó a repetir el simbólico coro y a que el público acompañara la interpretación. En pie, todos cantaban emotivamente y como uno solo el «Va, pensiero» mientras, en el palco, el primer ministro contemplaba sin saber muy bien qué hacer ante el clamor popular.